miércoles, octubre 08, 2008

Lectura en pantalla

Un suplicio mayor es leer en una pantalla. Soportable un repaso matinal de los diarios con los que, pese a algunas líneas editoriales, tengo cierto grado de amistad. Insoportable si se trata de leer un libro de 500 o más páginas. Tenía la peregrina idea de que el padecimiento era exclusivo de los adultos y que los jóvenes gozaban con la experiencia. La realidad parece ser otra.

No realicé una investigación cuantitativa para demostrar que tampoco a ellos les simpatiza leer en pantalla. No hubo necesidad. En el tradicional movimiento estudiantil que se escenifica cada año respaldado con un paro, el top one en el listado reivindicatorio era la exigencia de 400 becas de impresión y otras tantas de fotocopias, per cápita. Me dije, las muchachas y muchachos, al igual que nosotros, prefieren un documento, ergo la pantalla les plantea también dificultades.

Enfrascado en leer una novela en mi computador casero. Tiene 480 páginas. Me resulta tedioso. Para “tomarla” debo encender el artefacto, esperar tres o cuatro minutos hasta que un ding dong me dice que ya puedo ingresar al archivo correspondiente. En un costado de la pantalla cierto banner advierte que hay nuevas actualizaciones para mí. Un pitito anuncia que tengo 57 nuevos mensajes de correo…

Con la nariz arriscada, finalmente, leo. Una tecla mal presionada me traslada, sin solicitud previa, a la página 270. Regresar a la 35 una odisea mayor que la del protagonista de la novela.

Amo el libro de papel. Ese que puedo tocar, oler, subrayar, admirar, leer y releer en cualquier sitio. Con el que me arrellano en mi sillón. Intentarlo con el notebook resultaría más incómodo que la palabra incómodo.


Publicado en El Diario de Concepción, 8 de octubre 2008.

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