lunes, marzo 05, 2007

Don Edgardo Henry


Durante el periodo de vacaciones, tal como hizo hace dos años Alfredo Barría, partió también, quién sabe a qué lugar, Edgardo Henry Ríos, nuestro profesor de gramática y redacción en la Escuela de Periodismo a comienzos de la década de los años 60. Para varias generaciones de periodistas egresados de la Universidad de Concepción, sus clases y el cotidiano ejercicio escritural obligatorio contribuyeron poderosamente a nuestra formación, en una época en que expresar las ideas por escrito era cosa fundamental. Hogaño no lo parece a debida cuenta del progresivo deterioro del lenguaje en todos los niveles.

Don Edgardo era Profesor de Estado en Castellano, con estudios en la Universidad de Concepción y Universidad de Chile. Inició su actividad profesional en el Liceo Pedro Aguirre Cerda, en Talcahuano, donde llegó a ser rector. Más tarde lo haría en el Colegio Inglés Saint John’s –donde ocupa el cargo de Inspector General-, y en los liceos Enrique Molina y Experimental de Concepción. Posteriormente obtendría un magíster en Lingüística con Mención en Dialectología en la Universidad Austral de Valdivia. Participa también como alumno becario del Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo para América Latina, Ciespal, en Quito, Ecuador.

En 1953 forma parte de la primera planta docente del naciente Curso de Periodismo de la Universidad de Concepción. Estuvo, desde el 1º de abril, a cargo de la asignatura Gramática Fundamental. Luego se integraría como docente a la Escuela de Educación.

En la Escuela de Periodismo ocupa los cargos de Jefe de Departamento de Comunicaciones y Secretario General, hasta asumir la Dirección en un período pleno de convulsiones. El cierre de la misma, en 1973, lo lleva a trabajar primero en la universidad Austral de Valdivia y, posteriormente, en la de Atacama, en Copiapó. En 1989, con alegría, se entera de su reapertura durante la rectoría de don Carlos Von Plessing.

El aporte del profesor Henry a nuestra profesión y la docencia se exterioriza materialmente en libros y manuales. Pero no sólo eso. Quienes fuimos sus alumnos, hoy ante la página en blanco del procesador, no podemos dejar de evocarlo previo a teclear la primera palabra de nuestro texto. Tal, creo, es parte de su legado espiritual.

Nota. Este texto lo publicó el diario EL SUR el lunes 5 de marzo de 2007

Hugo Olea M


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